China ve a México para satisfacer mercado de USA

“Nuestro principal mercado es Estados Unidos”, dijo Chan, director ejecutivo de la subsidiaria mexicana de Man Wah. “No queremos perder ese mercado”.

Bill Chan nunca había puesto un pie en México, y mucho menos en la solitaria franja desértica del norte del país donde abruptamente decidió construir una fábrica de 300 millones de dólares. Pero eso le parecía un detalle insignificante, en medio de la presión para adaptarse a una economía global que cambia con rapidez.

Era enero de 2022 y la empresa de Chan, Man Wah Furniture Manufacturing, enfrentaba grandes dificultades al trasladar los sofás de sus fábricas en China a los clientes en Estados Unidos. Los precios de envío se habían disparado. Washington y Pekín estaban enfrascados en una feroz guerra comercial.

Pese a los pronósticos positivos de los defensores de la industria de las criptomonedas, “desde hace tiempo ha batallado para convencer a los reguladores, inversionistas y clientes comunes de que es confiable”, dijo a Bloomberg Línea, Javier Gamboa, gerente de relaciones públicas en Trubit, un exchange global de criptomonedas fundado en México en 2020.

Ese mismo objetivo explica por qué decenas de importantes empresas chinas están invirtiendo agresivamente en México, aprovechando un acuerdo comercial expansivo con América del Norte. Siguiendo un camino forjado por las empresas japonesas y surcoreanas, las firmas chinas están estableciendo fábricas que les permiten etiquetar sus productos como “Hecho en México”, y luego los transportan en camiones libres de impuestos a Estados Unidos.

El interés de los fabricantes chinos en México forma parte de una tendencia más amplia conocida como nearshoring o deslocalización cercana. Las empresas internacionales están acercando la producción a los clientes para limitar su vulnerabilidad a los problemas de transporte y las tensiones geopolíticas.

La participación de las empresas chinas en este cambio muestra la suposición cada vez más profunda de que la brecha que divide a Estados Unidos y China será una característica duradera de la próxima fase de la globalización. Sin embargo, también revela algo fundamental: más allá de las tensiones políticas, las fuerzas comerciales que unen a Estados Unidos y China son aún más poderosas.

Las empresas chinas no tienen intención de abandonar la economía estadounidense, que sigue siendo la más grande del mundo. En cambio, están estableciendo operaciones dentro del bloque comercial de América del Norte como una forma de suministrar bienes a los estadounidenses, desde productos electrónicos hasta ropa y muebles.

A medida que la pandemia interrumpió la industria china y colapsó los puertos, las empresas con fábricas en Estados Unidos sufrieron escasez de piezas manufacturadas en Asia. Ahora muchas compañías exigen que sus proveedores establezcan plantas en América del Norte o corren el riesgo de perder su negocio.

Lizhong, un fabricante chino de rines para automóviles, está construyendo la primera fábrica de la compañía fuera de Asia en un parque industrial en Nuevo León. Los principales clientes de Lizhong, incluidos Ford y General Motors, presionaron a la empresa para que abriera una fábrica en América del Norte, según Wang Bing, su gerente general para México.

Encontrar proveedores locales también es un desafío. Según los términos del acuerdo comercial de América del Norte, los fabricantes deben emplear porcentajes mínimos de piezas y materias primas de la región para calificar para el acceso libre de impuestos a los demás países del bloque.

China seguirá siendo casi sin duda un elemento central de la manufactura en los años por venir, dicen los expertos en comercio. Pero el viraje hacia México representa una redistribución marginal de la capacidad manufacturera del mundo cuando se reconocen los riesgos volátiles, que van de la realineación geopolítica a los retos del cambio climático.

TOMADO DE ARTICULO DEL NEW YORK TIMES